Gustavo Adolfo
Claudio Domínguez Bastida (Sevilla, 17 de febrero de 1836 – Madrid, 22 de
diciembre de 1870), más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, fue un poeta y
narrador español, perteneciente al movimiento del Romanticismo. Por ser un
romántico tardío, ha sido asociado igualmente con el movimiento posromántico.
Aunque en vida ya alcanzó cierta fama, solo después de su muerte y tras la
publicación del conjunto de sus escritos alcanzó el prestigio que hoy se le
reconoce.
Su obra más
célebre son las Rimas y Leyendas. Los poemas e historias incluidos en esta
colección son esenciales para el estudio de la literatura hispana, sobre la que
ejercieron posteriormente una gran influencia.
Cuando escribe
Bécquer está en pleno auge el Realismo, cuando otros autores adscritos a esta tendencia
(Campoamor, Tamayo y Baus, Echegaray) se reparten el favor del público. La
poesía triunfante está hecha a medida de la sociedad burguesa que consolidará la
Restauración, y es prosaica, pomposa y falsamente trascendente. Pero una
notable porción de líricos se resistió a sumarse a esa corriente, y además
hallaban vacía y retórica la poesía de la lírica esproncediana, la del apogeo
romántico, que aún encontraban cultivada con gusto general en autores como José
Zorrilla. El Romanticismo que les atrae ya no es el de origen francés o inglés,
sino alemán, especialmente el de Heine, al que leen en traducción francesa —en
especial la de Gérard de Nerval— o española —de Eulogio Florentino Sanz, amigo
de Bécquer—. Estos autores forman el ambiente prebecqueriano: Augusto Ferrán,
Ángel María Dacarrete y José María Larrea. Todos estos poetas buscaban un
lirismo intimista, sencillo de forma y parco de ornamento, refrenado en lo
sensorial para que mejor trasluzca el sentir profundo del poeta. Es una lírica
no declamatoria, sino para decir al oído.
Las Rimas de
Bécquer iban a ser costeadas y prologadas por su amigo, el ministro de la Unión
Liberal de O'Donnell, Luis González Bravo, pero el ejemplar se perdió en los
disturbios revolucionarios de 1868. Algunas sin embargo habían aparecido ya en
los periódicos de entonces entre 1859 y 1871: El Contemporáneo, El Museo
Universal, La Ilustración de Madrid y otros. El poeta, con esta ayuda, con la
de su memoria y la de sus amigos reconstruyó el manuscrito, que tituló Libro de
los gorriones y se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Más tarde lo
editarán sus amigos con un prólogo de Rodríguez Correa en dos volúmenes con el
título de Rimas y junto a sus Leyendas en prosa, en 1871, para ayudar a la
viuda y sus hijos. En sucesivas ediciones se amplió la selección. A partir de
la quinta la obra consta ya de tres volúmenes. Iglesias Figueroa recogió en
tres tomos Páginas desconocidas (Madrid: Renacimiento, 1923), con otra porción
sustancial del corpus becqueriano. Gamallo Fierros editó además en cuatro
volúmenes sus Páginas abandonadas. Jesús Rubio ha editado dos álbumes de Julia
Espín con textos y dibujos de Gustavo dedicados a su musa, a la que no
olvidaría nunca. Se trata de ochenta y cuatro composiciones breves, de dos,
tres o cuatro estrofas, muy raramente más, por lo general asonantadas con
metros muy variados, de acuerdo con la poesía romántica.9
Escultura
dedicada a Bécquer ubicada en el Parque de María Luisa de Sevilla
Bécquer solía
repetir la frase de Lamartine de que «la mejor poesía escrita es aquella que no
se escribe». Es así en sus setenta y seis cortas Rimas breves como arpegios, ya
que concentró en ellas la poesía que hubiera querido verter en numerosos poemas
más extensos que no escribió. El influjo de Bécquer en toda la poesía posterior
escrita en castellano es importante, esbozando estéticas como el Simbolismo y
el Modernismo en muchos aspectos. Frente al Romanticismo altisonante y
byroniano de un José de Espronceda, Bécquer representa el tono íntimo, al oído,
de la lírica profunda. Su «Himno gigante y extraño» rompe con la tradición de
la poesía cívica y heroica de Manuel José Quintana y los colores vistosos y la historia
nacional de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, o José Zorrilla, para meditar
profundamente sobre la creación poética, el amor y la muerte, los tres temas
centrales de las Rimas. Manuel Altolaguirre afirmó que la poesía de Bécquer es
la más humana del Romanticismo español. Esta rara originalidad le valió el
desprecio de Núñez de Arce, quien, acaso por su ideología liberal contraria al
tradicionalismo becqueriano, calificó sus Rimas de «suspirillos germánicos».
Pero Bécquer meditó profundamente sobre la poesía e intentó reflejar el
concepto inasible que tenía de la misma en las Cartas literarias a una mujer,
en forma de un largo comentario a la Rima XXI, concluida en el verso «poesía
eres tú». Un tú que podía ser también dañoso y cruel, como demuestra la rima
descubierta por José María Díez Taboada.
Los modelos
poéticos de Bécquer fueron varios; en primer lugar, Heine; W. S. Hendrix señaló
además a Byron y Dámaso Alonso a Alfred de Musset; también el conde Anastasius
Grün, y sus amigos poetas españoles, en especial Augusto Ferrán. De todos hay
rastros en su poesía.
Su idea de la
lírica la expuso en la reseña que hizo del libro de su amigo Augusto Ferrán La
soledad.
Pero, aparte
de su importante lírica, Gustavo Adolfo Bécquer fue también un gran narrador y
periodista. Escribió veintiocho narraciones del género leyenda, muchas de ellas
pertenecientes al género del relato gótico o de terror, otras, auténticos
esbozos de poesía en prosa, y otras narraciones de aventuras. María Rosa Alonso
encontró en ellas seis temas principales:
-el oriental y
exótico
-la muerte y
la vida de ultratumba
-el
embrujamiento y la hechicería
-el tema
religioso
--las
inspiradas en el Romancero
-las de
tendencia animista.
Bécquer demuestra
ser un prosista a la altura de los mejores de su siglo, pero es de superior
inspiración e imaginación y un maestro absoluto en el terreno de la prosa
lírica. En sus descripciones se echa de ver el profundo amor del poeta por la
naturaleza y el paisaje castellano. Escribió además las Cartas desde mi celda
en el Monasterio de Veruela, a las faldas del Moncayo adonde fue a reponerse de
su tuberculosis o tisis, enfermedad entonces mortal; sus cartas desbordan
vitalidad y encanto. No se ha estudiado todavía su obra periodística.
Bécquer es, a
la vez, el poeta que inaugura —junto a Rosalía de Castro— la lírica moderna
española y el que acierta a conectarnos de nuevo con la poesía tradicional. Las
Rimas se encuadran dentro de dos corrientes heredadas del Romanticismo: la
revalorización de la poesía popular (que la lírica culta había abandonado en el
siglo XVIII) y la llamada «estética del sentimiento». El ideal poético de
Bécquer es el desarrollar una lírica intimista, expresada con sinceridad,
sencillez de forma y facilidad de estilo. Bécquer y sus Rimas son el umbral de
la lírica en español del siglo XX. Rubén Darío, Miguel de Unamuno, los hermanos
Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Federico García
Lorca, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y otros lo han
considerado como figura fundacional, descubridora de nuevos mundos para la
sensibilidad y la forma expresiva.
RIMA LII
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla obscura,
¡llevadme con vosotras!
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla obscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
RIMA LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
¡así no te querrán!
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
¡así no te querrán!
RIMA XXI
—¿Qué es poesía? —dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul—;
¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!
en mi pupila tu pupila azul—;
¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!