martes, 16 de abril de 2013

Pedro Abraham Valdelomar Pinto


Pedro Abraham Valdelomar Pinto (Ica, 27 de abril de 1888 - Ayacucho, 3 de noviembre de 1919) fue un narrador, poeta, periodista, ensayista y dramaturgo peruano. Es considerado uno de los principales cuentistas del Perú, junto con Julio Ramón Ribeyro.

Valdelomar fue un escritor completo pues abarcó prácticamente todos los géneros literarios conocidos. Sin embargo, lo mejor de su creación ficticia se concentra en el campo de la narrativa cuentista. Sus cuentos se publicaron en revistas y periódicos de la época, y él mismo los organizó en dos libros: El caballero Carmelo (Lima, 1918) y Los hijos del Sol (póstumo, Lima,1921). En ellos se encuentran los primeros testimonios del cuento neocriollo peruano, de rasgos postmodernistas, que marcaron el punto de partida de la narrativa moderna del Perú. En el cuento El caballero Carmelo, que da nombre a su primer libro de cuentos, se utiliza un vocabulario arcaico y una retórica propia de las novelas de caballerías para narrar la triste historia de un gallo de pelea, relato nostálgico ambientado en Pisco, durante la infancia del autor. En Los hijos del Sol, busca su inspiración en el pasado histórico del Perú, remontándose a la época de los incas.
Su poesía también es notable por su evolución singular del modernismo al potsmodernismo, teniendo incluso atisbos geniales de vanguardismo. Aquella es de una sensibilidad lírica extraordinaria que tiene como máxima expresión la de ser un vuelco hacia su interioridad. Pero esta interioridad debe entenderse como una expresión directa e íntima (por tanto, creativa) de la realidad. Esta poesía tiene como ejemplos fulgurantes a Tristitia y El hermano ausente en la cena de Pascua, los cuales presentan a su autor como un poeta dulce, tierno y profundo, saturado de paisaje, de hogar y de tristeza.

He aquí un fragmento de su obra poética:

IN MEMORIAM                                                     A  Rosa Gamarra Hernández.


Cuando te vi la última vez
algo siniestro te envolvía,
y en tu rosada palidez
de los crepúsculos había;
y el eco dulce de tu voz
en el silencio se perdía.
¿Dónde te has ido tan veloz?
¿En qué paraje desolado
está tu espíritu abismado,
 pobrecita criatura de Dios?

¡Y no estar ahora a tu lado
 para poder llorar los dos!
¡Mi espíritu desconsolado
te busca con ansia infinita
y has dejado mi alma marchita
y tú también te has marchitado
Mi juventud se ha disipado
con el adiós de tu partida;
¡no sabías que te había amado
y eras lo más amado de mi vida!
Sólo hay una ilusión perdida
y un ensueño que no se ha realizado:
tú para mí eras la elegida
y yo, oh amada, el esperado...
¡y nunca nos hemos juntado!

                                                                                                                                      (13, marzo, 1913)



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